25.3.05
Humboldt: Sobre los Bogas y Remeros
Puesto que los bogas apoyan la palanca contra el pecho arriba de las tetillas, todos
tienen allí una terrible callosidad, y no utilizan plastrones de cuero hasta cuando (lo que
es muy raro), les aparecen heridas. Por suerte los hombres tienen poca predisposición al
cáncer del pecho. Los remeros son zambos, pocas veces indios y van desnudos a
excepción de guayuco; de fuerza hercúlea. Es muy pintoresco cuando estas figuras
bronceadas de fuerza atlética, avanzan poderosamente apoyados en la palanca. La
forma como se les hincha cada vez la vena yugular, como chorrean sudor diariamente
durante 18 horas en un clima cálido, ardiente, en la cuenca de un río en el que casi
nunca sopla un airecillo bienhechor que mueva los hojas. A pesar de lo admirable de
esta demostración de fuerza humana, yo hubiera deseado admirarla por menos tiempo.
No es que estos hombres despertaran compasión, pues aunque mal pagados (la comida
y un sueldo de 1 ½ real de plata diarios) son hombres libres, y al tiempo muy insolentes,
indómitos y alegres. Su eterna alegría, su buena nutrición ... todo esto disminuye el
sentimiento de compasión. Pero lo más enojoso es la bárbara, lujuriosa, ululante y
rabiosa gritería, a veces lastimera, a veces jubilosa, otras veces con expresiones
blasfemantes, por medio de las cuales estos hombres buscan desahogar el esfuerzo
muscular. Sobre este punto pueden realizarse aquí observaciones psicológicas no poco
interesantes. Como todo esfuerzo muscular grande descompone más aire en el pulmón,
que durante el reposo. El movimiento muscular es un proceso de oxidación en el que se
produce agua, ácidos... (Ver mi libro sobre los nervios, Parte 2). Para aspirar más aire en
los pulmones, es también necesario expeler más aire viciado. Por eso en el trabajo
pesado son muy naturales los quejidos y la emisión de sonidos. Si el trabajo (esfuerzo)
tiene cierta cadencia regular, (tala, perforación en minería, halar de las velas los
marinos), se añade un factor psicológico. El placer por la cadencia hace que los tonos
sean expresados en una forma más determinada, Hau, Hau... Ham, Ham... Halle, Halle...
Si se agrega todo lo imaginable, el inarticulado tono se convierte en canto y aún diálogo.
Así, mientras más pesado sea el trabajo, más rabiosa será la gritería que harán los
bogas, en la que la cadencia se verá a veces afectada por el capricho.
Ellos comienzan con un silbante has, has, has y terminan con prolijas blasfemias. Sobre
todo, cada arbusto de la orilla que pueden alcanzar con la palanca es saludado en la
forma más descortés, o el Has se convierte bien pronto en un mugiente alboroto, en un
juramento... El estruendo que se oye ininterrumpidamente durante 35 días hasta llegar a
Santa Fé es tan molesto como el pisoteo de los remeros sobre el toldo, que pisan tan
fuertemente que a menudo amenazan traspasarlo. Nuestros perros necesitaron muchos
días para acostumbrarse a este descomunal estruendo. Sus ladridos y sus aullidos
aumentaban el escándalo.
Es sorprendente que este trabajo del río en lugar de afectar la salud, robustece. Todos
los remeros son de una fuerza hercúlea, comen enormemente, siempre están de buen
humor y tiene el pecho arqueado, muy ancho y bien desarrollado. El eterno gritar, y el
respirar profundo durante el apoyarse en los remos, en 20 años de trabajo
ininterrumpido, hace que los pulmones de estos hombres se ensanchen
admirablemente, las costillas se vuelven más ágiles y el esternón más suelto... Yo
opinaría que un anatomista podría diferenciar el aparato respiratorio de un remero del río
Magdalena de cualquier otro individuo. El boga va completamente desnudo, tiene los
pies siempre húmedos (continuamente se lava y se humedece la parte de la cubierta
donde pisan, para sacar la tierra y las ramas que caen de la orilla...) El boga trabaja
desde las 5 de la mañana hasta las 6 de la tarde, de lo cual se descuentan 5/4 de hora
para el desayuno y ½ para el almuerzo. La mayoría pasa la noche sin dormir, en lugares
donde los mosquitos son abundantes y muy venenosos. (Pinto, Chilloa, Tamalameque...)
Puesto que ellos se beben todo el sueldo ganado y pagado por anticipado antes del
inicio del viaje, sólo los más ordenados y los más ahorrativos tienen un toldo, una
especie de talego, o carpa. Se tiende una cuerda de árbol a árbol a 2 pies del suelo. A
esta cuerda está amarrado un saco, que sólo está abierto a todo lo largo por un lado.
Debajo de este saco se acuesta el boga sobre una estera de paja. El borde del saco se
mete en todas partes debajo de la estera; la parte superior del saco se estira dentro con
1 estaca de madera. Una invención muy significativa: el toldo forma un tonel de lienzo.
Pero la mayoría de los bogas yacen desnudos sobre el suelo, a merced de los zancudos
ávidos de sangre.
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tienen allí una terrible callosidad, y no utilizan plastrones de cuero hasta cuando (lo que
es muy raro), les aparecen heridas. Por suerte los hombres tienen poca predisposición al
cáncer del pecho. Los remeros son zambos, pocas veces indios y van desnudos a
excepción de guayuco; de fuerza hercúlea. Es muy pintoresco cuando estas figuras
bronceadas de fuerza atlética, avanzan poderosamente apoyados en la palanca. La
forma como se les hincha cada vez la vena yugular, como chorrean sudor diariamente
durante 18 horas en un clima cálido, ardiente, en la cuenca de un río en el que casi
nunca sopla un airecillo bienhechor que mueva los hojas. A pesar de lo admirable de
esta demostración de fuerza humana, yo hubiera deseado admirarla por menos tiempo.
No es que estos hombres despertaran compasión, pues aunque mal pagados (la comida
y un sueldo de 1 ½ real de plata diarios) son hombres libres, y al tiempo muy insolentes,
indómitos y alegres. Su eterna alegría, su buena nutrición ... todo esto disminuye el
sentimiento de compasión. Pero lo más enojoso es la bárbara, lujuriosa, ululante y
rabiosa gritería, a veces lastimera, a veces jubilosa, otras veces con expresiones
blasfemantes, por medio de las cuales estos hombres buscan desahogar el esfuerzo
muscular. Sobre este punto pueden realizarse aquí observaciones psicológicas no poco
interesantes. Como todo esfuerzo muscular grande descompone más aire en el pulmón,
que durante el reposo. El movimiento muscular es un proceso de oxidación en el que se
produce agua, ácidos... (Ver mi libro sobre los nervios, Parte 2). Para aspirar más aire en
los pulmones, es también necesario expeler más aire viciado. Por eso en el trabajo
pesado son muy naturales los quejidos y la emisión de sonidos. Si el trabajo (esfuerzo)
tiene cierta cadencia regular, (tala, perforación en minería, halar de las velas los
marinos), se añade un factor psicológico. El placer por la cadencia hace que los tonos
sean expresados en una forma más determinada, Hau, Hau... Ham, Ham... Halle, Halle...
Si se agrega todo lo imaginable, el inarticulado tono se convierte en canto y aún diálogo.
Así, mientras más pesado sea el trabajo, más rabiosa será la gritería que harán los
bogas, en la que la cadencia se verá a veces afectada por el capricho.
Ellos comienzan con un silbante has, has, has y terminan con prolijas blasfemias. Sobre
todo, cada arbusto de la orilla que pueden alcanzar con la palanca es saludado en la
forma más descortés, o el Has se convierte bien pronto en un mugiente alboroto, en un
juramento... El estruendo que se oye ininterrumpidamente durante 35 días hasta llegar a
Santa Fé es tan molesto como el pisoteo de los remeros sobre el toldo, que pisan tan
fuertemente que a menudo amenazan traspasarlo. Nuestros perros necesitaron muchos
días para acostumbrarse a este descomunal estruendo. Sus ladridos y sus aullidos
aumentaban el escándalo.
Es sorprendente que este trabajo del río en lugar de afectar la salud, robustece. Todos
los remeros son de una fuerza hercúlea, comen enormemente, siempre están de buen
humor y tiene el pecho arqueado, muy ancho y bien desarrollado. El eterno gritar, y el
respirar profundo durante el apoyarse en los remos, en 20 años de trabajo
ininterrumpido, hace que los pulmones de estos hombres se ensanchen
admirablemente, las costillas se vuelven más ágiles y el esternón más suelto... Yo
opinaría que un anatomista podría diferenciar el aparato respiratorio de un remero del río
Magdalena de cualquier otro individuo. El boga va completamente desnudo, tiene los
pies siempre húmedos (continuamente se lava y se humedece la parte de la cubierta
donde pisan, para sacar la tierra y las ramas que caen de la orilla...) El boga trabaja
desde las 5 de la mañana hasta las 6 de la tarde, de lo cual se descuentan 5/4 de hora
para el desayuno y ½ para el almuerzo. La mayoría pasa la noche sin dormir, en lugares
donde los mosquitos son abundantes y muy venenosos. (Pinto, Chilloa, Tamalameque...)
Puesto que ellos se beben todo el sueldo ganado y pagado por anticipado antes del
inicio del viaje, sólo los más ordenados y los más ahorrativos tienen un toldo, una
especie de talego, o carpa. Se tiende una cuerda de árbol a árbol a 2 pies del suelo. A
esta cuerda está amarrado un saco, que sólo está abierto a todo lo largo por un lado.
Debajo de este saco se acuesta el boga sobre una estera de paja. El borde del saco se
mete en todas partes debajo de la estera; la parte superior del saco se estira dentro con
1 estaca de madera. Una invención muy significativa: el toldo forma un tonel de lienzo.
Pero la mayoría de los bogas yacen desnudos sobre el suelo, a merced de los zancudos
ávidos de sangre.
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