25.3.05
Fitogeografia Humboldiana de la Psiquis Euro-Tropical
De Mompós hacia arriba, el paisaje que se disfruta desde el río es más variado, más
verde y agradable. (...) Estos bosques tienen un carácter grandioso, solemne y severo, por la fastuosidad y cantidad de vegetación, por la dimensión del gigantesco Bombax, Anacardio caracolí, Ficus indica...
En Casiquiare los tigres aúllan desde los árboles. Esta es la casa de los animales
de la clase de los monos y de las aves que viven eternamente sobre los árboles y no
conocen el suelo en que éstos están arraigados. Allí donde la materia orgánica
encuentra un espacio allí se extiende (Goethe, Metamorfosis) y estimulada
continuamente por la luz solar y el calor húmedo, sólo condiciones internas, (fruto y flor),
ponen término a esta expansión orgánica. Pero precisamente esta visión de plenitud,
este gigantismo de las formas, esta falta de lugares claros, esta medrosa oscuridad
impenetrable que causa aquellos techos de follaje, trae al espíritu serias y escalofriantes
emociones. A esta región del trópico le falta el amable carácter de nuestros praderas
alemanas, de nuestras campiñas nórdicas. Nosotros anhelamos casi un curso de ideas
más ligero, una naturaleza menos grandiosa, menos solemne y menos rica. De allí la
bienhechora impresión que hace a nuestro ánimo una isla de sauces, una ribera llena de
arbustos de mimosa pequeños y de hojas delicadas, una pradera de hierba cubierta de
palmos y tamarindos aislados. Sobre todo los sauces, una forma nativa tan fielmente
repetida como si fueran sauces de la ribera del Oder o del Sena. La naturaleza que dio a
los hombres un espíritu inquieto y una fiebre intermitente de emigrar sin descanso de
una zona a otra, la naturaleza ha mezclado la forma de las plantas tan amorosamente,
que en cada región, una hoja, una flor, un fruto, recuerdan al extranjero su lejana patria.
Qué agradable es esta remembranza, con cuánto gusto escucha el hombre cada voz de
la naturaleza, se reconoce incluso en los hombres que los agricultores del norte han
dado en todo el sur a los productos desconocidos para ellos. Los europeos han
encontrado en todas partes ciruelas, cerezas, aceitunas, manzanas... El más lejano
parecido de las plantas del trópico con las plantas de la patria ha sido captado por ellos.
El danés ve en todas partes abedules, abetos, sauces, y robles; el español olivos y
algarrobos (Ceratonia silliqua); a cada uno se le aparece en todas partes el cuadro de su
patria ante los ojos. Para llenar la fantasía con sueños agradables, el recién llegado da
el nombre de su ciudad natal al nuevo lugar de su residencia. Ríos, lagos y montañas,
todo el ambiente es saludado con nombres de la patria. Cada colina de Cataluña y de
Vizcaya, cada vega de Andalucía tiene su nombre hermano en ambas Indias. Así los
vástagos de aquellos pueblos, que una vez asombraron al mundo con sus
descubrimientos, españoles y portugueses, tienen la ventaja de encontrar en ambas
Indias no sólo su idioma y conciudadanos, sino también recuerdos de los productos y de
las relaciones locales de su patria.
verde y agradable. (...) Estos bosques tienen un carácter grandioso, solemne y severo, por la fastuosidad y cantidad de vegetación, por la dimensión del gigantesco Bombax, Anacardio caracolí, Ficus indica...
En Casiquiare los tigres aúllan desde los árboles. Esta es la casa de los animales
de la clase de los monos y de las aves que viven eternamente sobre los árboles y no
conocen el suelo en que éstos están arraigados. Allí donde la materia orgánica
encuentra un espacio allí se extiende (Goethe, Metamorfosis) y estimulada
continuamente por la luz solar y el calor húmedo, sólo condiciones internas, (fruto y flor),
ponen término a esta expansión orgánica. Pero precisamente esta visión de plenitud,
este gigantismo de las formas, esta falta de lugares claros, esta medrosa oscuridad
impenetrable que causa aquellos techos de follaje, trae al espíritu serias y escalofriantes
emociones. A esta región del trópico le falta el amable carácter de nuestros praderas
alemanas, de nuestras campiñas nórdicas. Nosotros anhelamos casi un curso de ideas
más ligero, una naturaleza menos grandiosa, menos solemne y menos rica. De allí la
bienhechora impresión que hace a nuestro ánimo una isla de sauces, una ribera llena de
arbustos de mimosa pequeños y de hojas delicadas, una pradera de hierba cubierta de
palmos y tamarindos aislados. Sobre todo los sauces, una forma nativa tan fielmente
repetida como si fueran sauces de la ribera del Oder o del Sena. La naturaleza que dio a
los hombres un espíritu inquieto y una fiebre intermitente de emigrar sin descanso de
una zona a otra, la naturaleza ha mezclado la forma de las plantas tan amorosamente,
que en cada región, una hoja, una flor, un fruto, recuerdan al extranjero su lejana patria.
Qué agradable es esta remembranza, con cuánto gusto escucha el hombre cada voz de
la naturaleza, se reconoce incluso en los hombres que los agricultores del norte han
dado en todo el sur a los productos desconocidos para ellos. Los europeos han
encontrado en todas partes ciruelas, cerezas, aceitunas, manzanas... El más lejano
parecido de las plantas del trópico con las plantas de la patria ha sido captado por ellos.
El danés ve en todas partes abedules, abetos, sauces, y robles; el español olivos y
algarrobos (Ceratonia silliqua); a cada uno se le aparece en todas partes el cuadro de su
patria ante los ojos. Para llenar la fantasía con sueños agradables, el recién llegado da
el nombre de su ciudad natal al nuevo lugar de su residencia. Ríos, lagos y montañas,
todo el ambiente es saludado con nombres de la patria. Cada colina de Cataluña y de
Vizcaya, cada vega de Andalucía tiene su nombre hermano en ambas Indias. Así los
vástagos de aquellos pueblos, que una vez asombraron al mundo con sus
descubrimientos, españoles y portugueses, tienen la ventaja de encontrar en ambas
Indias no sólo su idioma y conciudadanos, sino también recuerdos de los productos y de
las relaciones locales de su patria.